Que la belleza que transmitáis a las generaciones del mañana provoque asombro en ellas.
Carta a los artistas, Juan Pablo II.

Haced cosas bellas pero, sobre todo, convertid vuestras vidas en lugares de belleza.
Encuentro con el mundo de la cultura, Lisboa, 12-5-2010, Benedicto XVI.

sábado, 7 de agosto de 2010

¡Buen Camino!

Llevo tiempo queriendo escribir sobre el Camino de Santiago, pero todavía no había podido y siempre se me adelantaba otro tema. Siento escribir sobre él ahora en agosto, que ya es el octavo mes de este año Jacobeo 2010, pero tal y como se dice, más vale tarde que nunca…

No sé qué decir del Camino de Santiago sin que las palabras se me queden cortas, aunque creo que siempre se me han quedado cortas en cualquiera de las entradas de este blog, por largas que os hayan parecido J. Es difícil poder expresar la experiencia de lo que te excede, de lo que te sobrepasa, de lo que te cautiva… Es difícil “capturar” todo eso en palabras, porque siempre queda la impresión de que lo que dices es “sólo” un reflejo de lo que has vivido… A veces pienso: “si realmente pudiera trasladar la experiencia del Camino y de todo lo que nació después…”. Me refiero no sólo a “trasladarla” a otras personas, sino también a otros momentos de mi propia vida en los que me parece que no soy consecuente con lo que he vivido... Pero no puedo, no puedo hacer una “transfusión” de la experiencia. Todo lo que puedo es describirlo con palabras limitadas y desear que las palabras no se queden en palabras, sino que nos muevan y nos lleven a comenzar y recomenzar en nuestro propio camino. Imagino que quien haya vivido algo similar, sentirá lo mismo.

Como ya he mencionado en alguna otra entrada, hice el Camino de Santiago en marzo de 2004. Sólo recorrí los últimos 111 kilómetros del Camino francés, que separan Sarria de Santiago de Compostela… y cuando inicié este recorrido no imaginaba en absoluto que únicamente era el comienzo de un Camino mucho más largo, con sus montañas y sus valles, sus momentos de soledad y otros muchos de gratísima compañía, sus risas y sus lágrimas, sus dificultades… No imaginaba que era sólo el comienzo de un Camino mucho más hermoso.

La oportunidad de hacer el Camino se me presentó por sorpresa. Estaba en 2º de Telecomunicaciones, se acercaban las fallas (fiesta valenciana) y mis planes eran estudiar, estudiar y estudiar. A la vuelta de las fiestas quería presentarme al examen de Matemáticas al que no me había presentado en enero. De pronto, una chica de mi curso (aunque de otra clase) me saludó, nos pusimos a hablar y me preguntó: “¿qué vas a hacer en Fallas?” Le conté mis planes y le pregunté a ella, que dijo: “yo voy a hacer el Camino de Santiago, y cuando vuelva estudiaré Matemáticas”. El Camino de Santiago. Algo había oído hablar de él, algo supongo que habría visto por la tele… y me parecía un recorrido excepcional para estar en contacto con la naturaleza. “¿Quieres venir?” No lo dudé, consulté a mi familia y ese mismo día me apunté. No me arrepiento de haber dicho “voy” con un grupo de personas hasta el momento desconocidas y del que ahora conservo buenas amigas.

Mi idea del viaje era, por tanto, algo así como ver algo nuevo, un paisaje bonito, admirar su belleza, disfrutar de la compañía, respirar silencio y serenidad… y regresar a estudiar. Me preocupaban los días que no dedicaría al estudio, pero pensaba que tras el viaje estudiaría con más ganas. El 12 de marzo salimos de Valencia para Madrid. Era el 12 de marzo de 2004, no era un día “cualquiera” porque el día anterior sucedió algo terrible, algo que me golpeó (nos golpeó a todos) y que me entristeció muchísimo. “Este viaje ya no va a ser lo mismo”, pensé y sentí. El hecho lo conoceréis: 11 de marzo de 2004, atentado con bomba en varios trenes de Madrid, 191 fallecidos, más de 1500 heridos… Era imposible que algo así no nos golpease a todos, era imposible no tener en la cabeza y en el corazón a esas personas, a sus familias, a sus amigos, su dolor… aunque no les conocía. Con esta carga comenzamos a andar el 13 de marzo tras llegar a Sarria. Éramos un grupo de 8 chicas (si no recuerdo mal). Todo bien. Había algo que me chocaba, aunque lo respetaba: algunas de ellas rezaban y todas, creo, iban a Misa al final de cada etapa. Qué curioso… Yo me quedaba entre tanto en el albergue o sentada en algún lugar mirando el paisaje, o viendo las estrellas. No sé qué le dije a la que estudiaba mi carrera, que me contestó: “sí, yo rezo. ¿Te molesta?” Recuerdo que respondí: “No, no me molesta. Yo no rezo, tú haz lo que quieras, no es nada malo”. Ahí comenzó a pasar algo. No sé en qué momento a lo largo de los cinco días que estuvimos caminando oí hablar de una cosa que llamaban “indulgencia plenaria”. ¿Qué será eso? Me enteré de que al hacer el Camino de Santiago se podría ganar la indulgencia esa y que para ello había que confesarse, comulgar y rezar por el Papa. “Lástima, no la ganaré”. Supe también que se podía ganar para uno mismo o para otra persona que hubiese fallecido... y que a la persona que se le aplicase, en caso de estar en el purgatorio, saldría e iría al Cielo. Me gustó saberlo, pero no pensaba ganarla (bueno, en realidad no pensaba confesarme, ni comulgar, ni nada de eso). Reconozco que cada noche, cuando por fin estaba en silencio, pensaba: “¿y si…?”. Especialmente cuando estaba sola, esperando que volviesen las demás de Misa. Recuerdo una de las noches que me tumbé en un banco mirando las estrellas y me asaltaron preguntas: “¿qué es todo esto? ¿De dónde ha salido todo esto? ¿De dónde ha salido este paisaje? ¿De dónde las flores? ¿De dónde estas personas?...”. Al llegar a Santiago el 17 de marzo, sin embargo, no tenía intención de confesarme. Claro que iría a Misa, vería el Botafumeiro, pero ni me confesaría ni comulgaría ni rezaría… Estábamos comiendo en un barecito de Santiago y me sentía un poco ¿triste? ¿Para qué había caminado hasta ahí? ¿”Sólo” para verlo? ¿”Sólo” para eso con todo lo que se me ofrecía…? Mi madre había fallecido hacía cinco años. Mi bisabuela ese 17 de marzo hacía justo un año que había fallecido. Casi 200 personas habían perdido la vida en los atentados de Madrid hacía sólo 6 días… Yo pensaba: “¿cómo voy a renunciar a ganar la indulgencia para alguna de estas personas?” Pensaba eso, aunque yo no era lo que se dice católica practicante: tenía 19 años y ni siquiera había querido hacer la Confirmación en su momento.

Lo que pasó en la Catedral, pues no sé bien. Al comienzo de la Misa mi amiga me preguntó: “¿te quieres confesar?” No sé si dudé, si poco o si mucho, pero dije que sí. Valió la pena después de 7, 8, 9… no sé cuántos años. Y en una capillita recé la penitencia que me dijo el sacerdote, delante de un Sagrario… No sé cómo miré entonces el Sagrario, pero lo recuerdo con cariño. Comulgué, después de no sé cuánto tiempo… Recé por el Papa, no sé cuándo pero recé. Y cuando comulgué me dirigí a Dios, como le hablaría a un amigo, para pedirle la indulgencia: “mira, ya sé que se aplica sólo a una persona, pero como eres Dios… Quiero que sea para mi madre y si puedes también para mi bisabuela… y también para las víctimas del 11-M”. No sé a quién se aplicó, si les hacía falta a estas personas o no… No lo sé, pero estoy segura de que Él hizo lo mejor para todos.

Desde ese momento no he dejado de creer en Él y desde luego que no tengo ni una sola razón para dejar de hacerlo. Al contrario, cada día tengo más razones para creer en Él. Tengo fe y tengo también la certeza absoluta no sólo de que existe, sino de que está a nuestro lado, de que nos Ama como un Padre. Esto es algo que se me ha dado, pero es algo por lo que lucho todos los días, porque soy perfectamente libre para dejarLe, para negarLe, aunque para hacer eso tendría que negar mi propia vida.

A finales de este mes volveré a dirigirme a Santiago desde Sarria. Seguro que Él tiene algo especial reservado para entonces, como lo tiene para cada día.

Nunca había escrito, creo, qué pasó en el Camino. Siento que las palabras se queden cortas, pese a que el texto sea (¡lo sé, lo sé!) demasiado largo para el blog…

Animaos a hacer el Camino de Santiago, contemplando toda su belleza y dejad que esa belleza os hable de Algo mucho mayor… Yo voy a intentarlo.

Me alegro infinitamente de haber comenzado esta aventura.

¡Saludos!

4 comentarios:

  1. Vaya si valió la pena...!!!! Repetiría ese Camino de Santiago una y mil veces... es maravilloso comprobar la acción de Dios en nuestras almas... en ese CAMINO, Dios se hizo presente...!
    Enhorabuena Lydia!
    Marina

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  2. ¡Marina! ¿Tú por aquí? ¡Desde luego que valió la pena! Y también valió la pena recorrerlo contigo ;). Dios sigue haciéndoSe presente.
    Un abrazo y ¡buen camino!

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  3. Acabo de descubrir tu blog,me gusta,te seguiré.
    El mío es muy familiar,pero puedes entrar si quieres.
    Un bsto Rocío.

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  4. Gracias Rocío, perdona, ¡no había visto hasta ahora tu comentario!. Ahora es tarde, pero en cuanto pueda entraré en tu blog. ¡Buenas noches! :)

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